Originalmente publicado en Noche y Niebla – El Universal 22/04/13
*Janet Figueroa
Estimado Sr. Heyns,
Me pongo en contacto con usted por su próxima visita a nuestro país. Hoy en México somos muchos los inconformes, quienes exigimos justicia y verdad frente a las graves violaciones de derechos humanos que han cometido las fuerzas de seguridad.
El 17 de junio de 2011 en la carretera federal Xalapa-Veracruz, al margen de la barda perimetral de 63vo. Batallón de Infantería, once sicarios mordieron el polvo. Esa fue la noticia que se diseminó en los medios de comunicación electrónicos y escritos. Nunca imaginé que mi padre sería uno de los delincuentes abatidos.
Joaquín Figueroa Vázquez era su nombre, mecánico diesel de profesión, se encontraba laborando desde hace 20 años para Sergio Lara Hernández, apoderado legal de las empresas Construcción Santa Clara S. A. de C. V. y Triturados Río Seco S. A. de C. V.
Como era costumbre, él viajaba desde la ciudad de Xalapa al municipio que le fuera asignado para reparar la maquinaria pesada de las empresas, desde dos semanas antes le había sido asignada la localidad de Chichicaxtle, ubicada a 45 minutos de la capital del estado.
Lo que nosotros sabemos de aquel viernes fue lo que sus compañeros en la trituradora nos compartieron después de saber que había sido ejecutado por las fuerzas del orden, junto con dos más de sus compañeros. Ellos nos contaron que el viernes por la tarde el Ingeniero Raúl Tecatl había decidido viajar a Xalapa por la nómina y mi padre y el laboratorista Don Tito Landa Arguelles viajaban con él en la camioneta de Marca Mitsubishi, Modelo 2009, Tipo Pick Up L200 Diesel, doble cabina, color blanco, con placas de circulación del Estado de Veracruz XN-11-781, propiedad de las empresas; que manejaba el ingeniero, Don Tito iba como copiloto y mi padre en el asiento trasero; que mi padre vestía pantalón negro, camiseta blanca y sus botas de trabajo; que habían salido a las 18:15, después de cargarle diesel a la camioneta y que planeaban regresar al día siguiente a continuar el trabajo y pagar la nómina.
Esto es de lo único que tenemos certeza, porque después de casi dos años de pedir justicia, el esclarecimiento de los hechos y castigo a los responsables, no hemos tenido respuestas a los cientos de preguntas que nos roban el sueño ¿Por qué nos entregaron un cuerpo desnudo, golpeado, moreteado, con la barbilla y la nariz rotas? ¿Por qué un proyectil de arma de fuego en la nuca le arrebató la vida? ¿Por qué tenía tantos impactos de arma de fuego en el cuerpo? ¿Por qué nos mostraron las fotografías de once sicarios y él se encontraba entre ellos, junto con Don Tito y el ingeniero? ¿Por qué estaba en una camioneta negra cargando una R15, con Don Tito al lado portando una AK47? ¿Por qué los dueños del poder inmediatamente declararon que eran delincuentes, criminalizando la vida de hombres ejemplares?
Preguntas sencillas que hoy nos darían un poco de la tranquilidad que nos arrebataron el día que nos convirtieron en huérfanos, viudos y también criminales. Mi familia, la familia de Don Tito, necesitamos saber ¿Qué sucedió después de que salieron de su trabajo? ¿Por qué el poder, la impunidad, la corrupción, el compadrazgo y la imagen maquillada que las autoridades venden a la sociedad han impedido tener acceso a la verdad? Necesitamos saber si sufrieron, si como hombres dignos que eran tuvieron oportunidad de defenderse, necesitamos saber ¿Quién, obedeciendo la orden de un fanático de la muerte y el dolor, nos mutiló la vida? ¿Por qué una guerra sin sentido cuyo fin es descomponer el tejido social sigue vigente?
Teniendo como respuesta la ciega negativa de los que arriba disfrutan de la impunidad, nosotros los inconformes, decidimos emprender una lucha por la verdad y la justicia, acompañados del dolor de una pena que no tiene reparación. Interpusimos una demanda por homicidio ante la PGJ del Estado de Veracruz, una queja ante la CNDH, un informe a organizaciones internacionales como la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, siempre con la ayuda de otros inconformes, siempre negados a negociar la vida de nuestra gente, negados a ponerle el precio que los dueños del poder insisten en pagar, negados a pedir favores enmarcados en el calendario electoral.
Nosotros los inconformes y nuestros amigos inconformes, hemos entendido que naturalmente tenemos más tiempo de vida que los responsables de nuestro dolor y que esa ventaja natural, la emplearemos en gritar nuestra inconformidad, en exigir justicia, en nombrar a nuestros muertos y ponerle nombre y apellido a los responsables.
Empezamos por comprender que nuestro deber era contar la historia que omitieron, la que no gozó de replica. Joaquín Figueroa Vázquez era el segundo de nueve hijos, procuró enseñarle a los hermanos menores las máximas de la vida, ganarse el pan con el trabajo y a manejar. Fue padre de tres hijos a quienes dedicó su vida de esfuerzo y trabajo, él nos enseñó a ser buenos de corazón, a defender en lo que creemos y cuidar los unos de los otros. Fue amigo y sus amigos lo recuerdan con aprecio y respeto. Nos cuentan que le gustaba la alegría y sabía de compartirla. Fue un trabajador honesto y responsable, ingenioso y dedicado. Joaquín, mi padre, era un hombre bueno, querido por todos y que ha dejado un vació difícil de llenar.
Hoy estamos concientes de que este camino está lleno de dificultades, que le apuestan a nuestro cansancio, que pretenden espantarnos y que creen que nos hemos rendido. Nosotros les respondemos: después de ser atacados con toda la fuerza que les permite ser dueños de la infraestructura y la información, y que posibilitó hacer públicas sus declaraciones en donde los nuestros fueron declarados culpables sin un proceso legal; después de utilizar al apoderado legal de las empresas como intermediario para hacernos llamadas telefónicas advirtiéndonos de las represalias para nosotros y nuestras familias; después de convencer a nuestro primer abogado, un exfuncionario público del estado, de entregar en charola de plata nuestro caso; después de intentar por todos los medios posibles hacernos llegar medio millón de pesos, que fue en lo que valuaron la vida de mi padre y de Don Tito; después de poner todas las trabas posibles ante la Junta de Conciliación y Arbitraje estatal y federal, y con ello pretender pisotear uno más de los derechos de nuestros padres como trabajadores; después de tener automóviles parados frente de nuestros hogares, sin placas, durante dos o tres horas; después de hacer cotidianos los rondines militares en una zona donde la cotidianidad era esperar el fin de semana para ver a nuestro padre; después de visitas por la madrugada alrededor de nuestros hogares y gente fotografiando nuestra casa mientras salimos a intentar reconstruir la vida que nos destruyeron; después de pretender dejar claro quién manda, con la muerte de una inconforme como la periodista Regina Martínez que nos apoyó diciendo la verdad; después de la persecución, la represión, el amedrentamiento, los puntapiés que nos hicieron abandonar nuestra tierra y sobrevivir a su embate para seguir luchando, en otra ciudad lejos de nuestro hogar y rumiando la soledad y el dolor, seguimos esperando respuestas al ¿por qué?, ¿en dónde?, ¿quién?
Nosotros los inconformes les decimos a los poderosos, a los compadres y corruptos, a los de las palancas, a los dueños de la información, a los amos del terror y la muerte, a las autoridades cómplices de la tortura y la ejecución extrajudicial de gente inocente: no nos vendemos, no nos rendimos, no claudicamos.
Janet Figueroa Sánchez
México, Distrito Federal
Abril de 2013